“These are the seasons of emotion
and like the winds they rise and fall.
This is the wonder of devotion - I see the torch we all must hold.”
Eran como las cuatro y dieciséis de la tarde, y el piso de Paula se llenó de pecas. Eran tantas como las que el sol le había tatuado seria y pícaramente en la espalda a lo largo de sus no tan cortos diecinueve años.
Eran pecas. Y en su piso.
Eran pecas en su baldoso y rojo piso.
Ella encontró bastante distensión en esa tarde de lluvia. Fue como una brisa húmeda que supo afinar el calor sobre su cabeza. Al cabo de unas pocas horas todo regresó a la normalidad, y las pecas desaparecieron (pero no las de su espalda). Luego se vio todo iluminado por una luna grande de febrero veintitrés, y por un cigarro extrañamente bien fumado.
1 comentario:
No hay mejor forma para este fin de semana.
El mejor refugio creo que era ese.
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