domingo, 27 de setiembre de 2009

Revelry (o capítulo de corte lovesong)



What a night for a dance, you know I’m a dancing machine. Pienso que cada uno de nosotros es una historia – cándida, horrorosa, acosada e incluso de sonrisas increíblemente contagiantes, pero todas historias. Yo, particularmente, una algo trillada y extrañamente fatal.
Y que todo y cada encuentro-interacción que tenemos con los demás son los capítulos que la componen. Y dirán “¿qué hay de los momentos reflexivos, introspectivos?”.
Ah, claro. Esos son capítulos con uno mismo, naturalmente. Woo hoo hoo, woo hoo hoo.





Pero no quiero hablar de esos capítulos de abstracción. Hoy quiero hablar, por fin, de un capítulo de corte lovesong que no llegó a ser por pura inercia propia.
De un cándido y acosado capítulo, con la sonrisa más que increíblemente-contagiante que he visto, y de la que he sido hasta envidia pura (celos necios de otra historia a la que le gustabas mucho, o sigues gustando, pero que te llegó al cuete –perhaps– por su tendencia acosadora). Creo que por primera vez, y en esos días iniciales, me sentí parte de la típica maraña “eres el nuevo crush del chico al que una chica (algo stalker) se moría por atrapar” – y me gustó esa sensación.

En realidad, fue un capítulo muy lindo, y si me pusiera a contarlo me iría en páginas que preferiría –al menos de momento– no añorar. Y si alguna vez lo hiciera, ya sabes, contar nuestro capítulo de corte lovesong, sería porque sabría que no se quedaría en nostalgias. ¿Vale? El tiempo que viviríamos sería bonito para mi, pero por mientras i’ll keep dreaming of revelry.


Pd: No hay ni una sola palabra en esta entrada que tenga tu inicial, ah. Ni una, y sólo para que sepas que te hablo a ti.