domingo, 31 de agosto de 2008

La Redécouverte (o necesidades primarias y no tan radicales)



En ese entonces debía tener más o menos cuatro, o quizás cinco años. Era algo así como la inocencia encarnada – podía incluso ser el prospecto perfecto de niña naif. Era exactamente todo lo que debía ser, y tenía más que precisamente lo que debía.
Nunca nadie se cansó –jamás– de hacerla reír, y comprarle algodones de azúcar; de tomarla de la mano para cruzar las calles; de cargarla con ternura para que pudiera alcanzar el pote del azúcar para hacer galletas; de hacerla dormir siestas después de almorzar para que descansara todo lo jugado en la mañana; y, above all, de contarle cuentos por las noches para que durmiera quieta, abrazando su oso de felpa.

Fue descubierta así, más o menos cuando tenía cinco, o cuatro años.

Ahora, más o menos dieciséis años después, se pregunta en dónde quedó todo aquello. Qué pasó con los algodones de azúcar, los potes sobre el refrigerador, las siestas después de almuerzo, los cuentos por las noches y los osos de felpa. Y fue entonces que “como Don Quijote, decidió que debía embestir contra los molinos de todas las miserias de la vida”, y ser redescubierta.

Paula veut être redécouverte – pero de verdad, y para “siempre” (léase “siempre” como un largo y no tan inconstante período de tiempo).

miércoles, 27 de agosto de 2008

De raíces y tunes.

Entonces habló de raíces.

Dijo: “me quedaré hasta que me salgan raíces”. Y, luego de explicarse, lo afirmó.
En ese momento, Paula no se dio cuenta verdaderamente de lo que había dicho, como sin querer hubiera inhibido de forma parcial cualquiera altanería u orgullo (evitando ser desvergonzada, claro). No pensó en consecuencia alguna, no. Se dejó llevar simplemente por lo que sentía, por lo que sabía su tun, tun – tun, tun, y no aceptaba tan bien su razón.

¿Qué quedó? Interpretación negativísima, minimal heartbreak for her.

lunes, 25 de agosto de 2008

Pablo honey.

Era un muchacho bastante indie, allá por el dos mil siete guión uno. Paula terminaba un período de transición que la llevó finalmente al lado oscuro de la luna, y un par de cosas más, realmente incontables.
Recuerda así, vagamente, la primera vez que cruzaron miradas. Era un salón bastante concurrido, y la posibilidad de sentarse en carpetas contiguas era algo escasa (por no decir nula). Algo en ella nunca terminó de agradarle, o al menos eso creía Paula cuando se miraba en el espejo del segundo piso del pabellón “D”. En realidad nunca hablaron, pero tampoco necesitaron hacerlo – como una de esas cosas que no se pueden explicar.

Eventualmente, terminaron hablando, incluso agradándose. Y sólo necesitaron de un viernes frío, un salón más que vacío, una buena amiga en común y otra algo mitómana. Era algo así como increíble la química que podían tener respecto a música y otras artes, lo mucho que los entretenía el hecho de haber compartido un salón ciclos atrás y no haber cruzado palabra alguna. “Creía que me odiabas, sinceramente” – “Tienes ideas muy raras”. Risas.

Ahora, pues, podría decir que se llevan fenomenal. Intentaron tocar juntos, pero Paula es muchísimo más vocalista que bajista, y… Bueno, digamos que sólo lo hicieron una vez, y que ella no lo olvidará jamás. Y aunque no comparten cursos, siempre se terminan encontrando por la universidad, como suele suceder. También tienen de esos almuerzos frustrados por falta de aviso, y cosas por el estilo.

Y ya es su cumpleaños – veintidós velas en su pastel.

martes, 19 de agosto de 2008

Honey pie (o rutinas de baño y pecas)


"Honey pie you are making me crazy
I'm in love but I'm lazy
So won't you please come home".





Cuando termina de bañarse, se envuelve en una toalla
y se queda un rato frente al espejo.
Con ambas manos toma su cabello
y lo enrolla cuidadosamente sobre su cabeza,
dejando ver lo más posible su cuello.


Se acerca al espejo
y empieza a contar las pecas de su rostro.

La mano que las cuenta las sigue en línea
por su cuello y hombro
hasta hundirse en su pecho.


Deja, entonces, caer la toalla
y empieza a pellizcar
cada peca sobre su piel
pringada de pequeños puntos
como si quisiera deshacerse de todos
y cada uno de ellos..

Compara toda imperfección y registra cada recuerdo de su extensión.


Y así,
la peca de su cuello
que se repite en sus brazos,
que se
repite en su pecho,
en su costado derecho,
que se repite entre sus
piernas
y en toda su espalda.

Perfectas. Cada una.
Todas y cada una.

sábado, 16 de agosto de 2008

I want you (she's so heavy) [o la muy agradecida colaboración de Chinaski¹]

"I want you, i want you so bad.
I want you, i want you so bad
it's driving me mad,
it's driving me mad."


A Alicia le gustaba aquella banda de tributo a los Beatles. Le gustaba sobre todo el que venía a ser McCartney, aunque su Beatle favorito fuera John Lennon.
Se movió para la derecha, y le pidió a Giorgio algo más de hierba. Giorgio le dio más hierba y Alicia se la fumó, pensando en lo mucho que quería conocer a ese bajista. Su descuidada barba era sexy. Su tamaño era sexy. Su voz era sexy. Sus dedos en movimiento eran sexies. En general, el hecho de que supiera tocar un condenado bajo era sexy.
Alicia caminó hacia Martha.
“Eh, creo que quiero con el bajista,” le dijo al oído, haciéndose escuchar por encima de "I Want You". Martha le hizo un gesto para que le pasara la hierba.
“Ah. Son amigos de Giorgio. Pídele que te lo presente cuando acaben.”
“Oh”, murmuró Alicia. “Genial. Es viernes”
Le dio una pitada a su porrito, y un trago a un vaso de cerveza que alguien acababa de dejar sobre el amplificador que estaba a su izquierda. Miró al bajista de nuevo, mientras sonreía con la mitad de su boca roja y levantaba su ceja derecha. El bajista la miró a ella. Ambos agitaron su cabello.
Bajo bajo bajo bajo. Tap tap tap tap.
She Came in Through the Bathroom Window.


Tenías que ser un jodido bajista, ¿cierto?


¹Se agradece a http://poesiadelamala.blogspot.com por la tan pintoresca noche que le pintó a Paula.

martes, 12 de agosto de 2008

Muchacha ojos de papel (o deseos de sueños entre manos)


No sabe precisamente qué hora es, pero Paula siempre abre los ojos casi casi tres minutos antes de darse cuenta que el despertador de su celular todavía no sonará. Y le pesa tanto que no sabe qué hacer.

¿Por qué?

Pues, podría enumerar un sinfín de razones, pero no lo haré. Hoy me remito simplemente a ser una espectadora más de aquella disimulada muchacha. Ella que todo lo ve, que todo siente, que trata de desempolvar un poco el desbarate que lleva dentro. Que se levanta, y se asegura de que ambos pies no toquen el suelo directamente cuando es invierno. Entonces, con pasos torpes, logra desperezarse, llegar al baño y darse cuenta de la persona al otro lado del espejo que la mira casi directamente, evidentemente muchísimo más despierta que ella misma. Sonríe, y ella le devuelve la sonrisa (media sonrisa, en realidad).



“Sólo sueña un sueño despacito entre mis manos, ¿quieres?”.

lunes, 4 de agosto de 2008

De chocolates y pecas.





Je veux ta vie dans ma vie.
Je te veux dans ma vie.
Une vie chocolats et taches de rousseur.


Con todo, todo el chocolate del mundo y las pecas que quieras (incluyendo las inéditas).

sábado, 2 de agosto de 2008

Dix mois d'attente (o muñecas de salón)

Muñeca – dijo L, mientras aspiraba una bocanada de humo de su ya gastado cigarro.
Paula, que miraba inerte en dirección a la puerta que daba a la calle, volteó su cabeza.
Eran las dos únicas personas en el salón de aquél café.

- Disculpa, ¿qué dijiste?
- Muñeca.
- Sí, pero… ¿de quién estás hablando?

L arremetió su cigarro en el cenicero negro, tomó un sorbo de café, y levantó la mirada.

- De ti, obviamente.

Paula se sonrojó, y su boca sólo atinó a hacer lo que sabía mejor.

- Así que rubores rosa y medias sonrisas eh – sin duda alguna toda una muñequita. Eres el personaje del que tanto me habían hablado, el que anhelaba tanto conocer.
- ¿Personaje? Disculpa, yo… Yo no sé quién eres.
- Y debo asumir, en este preciso momento, que esa resulte ser traba suficiente como para dejar de hacerle justicia a cada pestaña tuya, a cada mueca, a cada tapada de cara por simple timidez, a cada cigarro tan bien fumado durante éstos… no sé, como… ¿diez meses?
- Dios, eres tú… L. Creí que…

L se levantó, se sentó al lado de Paula en el amplio, cómodo y gastado sofá escarlata. Le acomodó el cerquillo cuidadosamente y le dio un beso en la frente, mientras tomaba sus manos, frías desde luego.

- Muñeca. No sabes lo que esperé para encontrarte en este salón.