martes, 21 de octubre de 2008

Me voy a morir tanto de amor (o lo feo que es añorar cosas que se creen definitivamente perdidas)

Juraría trescientas veces –si pudiera– que mis horas más débiles se hicieron precisamente para contener crudamente en las cuatro paredes que alojan –día y noche– mis terribles y latentes ganas de hablarte. Pero no de hablarte a ti, antojadísimo tontito, sino a lo que fuiste, y que también fui yo, y que comenzó un no tan enfermo viernes seis de junio, y que no sé si terminó hace no tanto el fatídico día de mi casi-muerte (que detesto recordar).

Y (así) me voy a morir de tanto amor –recordando– y toda mi emoción e ilusión se harán lágrimas en mis ojos y caerán por mis mejillas y cuello, y hasta lleguen a los pechos míos que quizás, sólo quizás, llegues a besar y conocer un día.

Entonces imagino el día, ah (si es que llegase) en el que por fin pueda posar ambas manos en tus orejas, y besar tu frente y labios, y oler tu cabello, y probarle así al mundo que no debe temer más por mi, que le abro mi corazón a viento y marea, y al sol (porque la luna me tiene completa ya). Y gritaré (muy a tu pesar) que estoy dispuesta a sentir y ser sentida, y que mis horas no serán más débiles porque estaremos abrazados dentro de las cuatro paredes mías (y si quieres tuyas) y sonará toda la música que imaginé escucharíamos la primera vez que nos encontráramos así, mirándonos fijamente a los ojos, sin necesidad alguna de palabras (porque sobrarían) y sin diferencias horarias (que más de treinta y nueve veces detesté).

Ahora, pues, no sé si deba morir de amor, y menos por ti (o por lo que fuiste, y que también fui), pues si de eso realmente fuese a morir preferiría evitarlo (a toda costa), y cerrarme a viento y marea y sol (no sería sano). Llámame orgullosa, egoísta, miedosa, me importa una mierda – al final quien termina cuidando de mi soy yo (y es terrible llorar sobre platos rotos).

Y ya ves, no sé por qué de repente me puse a llorar, sin saber exactamente por qué (o sabiéndolo a la perfección) y adivinando el sabor salado que tendrán esas lágrimas cuando bajen por mis mejillas, pero no lleguen a mis pechos, y a la curiosa peca de mi seno derecho (que nunca pensé en regalarte, por cierto).

PD: Nunca te tomaste la molestia de preguntarme si me gustabas, ¿sabes? Y pude ser lo mejor que te ha pasado en la vida.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

y tal vez él no hubiera sido lo mejor que hubiera pasado en la tuya...
pero será el sereno

*Tany* dijo...

Wow!

Estupendo post... Felicitaciones!

Me ha gustado mucho tu blog.

Un Saludo =)

Emilia Rosan dijo...

Tú, yo, seriamente.

Lúdica dijo...

y qué seria si alguna vez lo hubieses tenido ... morir seria poco??