Volveré mañana, nada está perdido (los golpes tarde o temprano se olvidan).
Detente, y por nada del mundo apagues el celular esta noche.
Me marcho, no volveré. Olvídate de tocarme otra vez.
Estás a punto de leer mil novecientas ochenta y ocho cosas ajenas, de verdad.
X: creo que sólo tengo ganas de "ver y visitar" Lima, no me gusta la ciudad como para vivir en ella. Lima siempre será Lima, y eso es lo malo. No evoluciona, no cambia.
P: a ver, acá podría decirte varias cosas, y no puedo escoger cuál, así que no diré nada.
X: dime una, la que tú quieras, y la que creas más importante
P: hmm la más importante, pues
X: dime
P: Lima no siempre será Lima. Nuevas cosas aparecen, las calles cambian, nueva gente transita, abren nuevos lugares y las estaciones del año no se contentan con el período de meses que les toca. Y todo esto no lo sabes a ciencia cierta porque no vives aquí.
Por otro lado, Lima siempre será Lima porque las cosas viejas no desaparecen, porque las mejores calles se quedan como están, porque la gente antigua sigue en las bancas y cafés de miraflores, los lugares de antaño siguen igual, y las estaciones se quedan - los veranos son asquerosos y los inviernos terrible (y encantadoramente) fríos.
P: Y lo sabes porque vienes de visita, y la gente te lo cuenta tal cual
X: Lima es así desde hace mil años… Todas las ciudades hacen eso. Yo hablaba de..
P: de qué
X: todo en general... evolucionar, no abrir tiendas nuevas, cambiar el modo de la gente, no mejorar calles. Lima es una ciudad muy bonita, pero desorganizada y anclada en no querer evolucionar, y eso termina por atraparte.
P: sólo si eres lo suficientemente (o poco) inteligente para que lo haga.
Increíble, así. Resultaste ser uno de los muchachitos más encantadores, inteligentes, y perversos hasta la maldad de la mejor noche de martes de mi vida.
Fin de semana. Una noche, una pareja, y un bar. Altísimas horas de la madrugada, de esas en que una mujer se levanta de la mesa, y el hombre que la acompaña le pone su pequeño abrigo sobre los hombros (descubiertos) para marcharse.
Quiero decir, ¿no me deseas? –dijo ella, mientras acomodaba su cerquillo y abría
los ojos, dejando luego que sus párpados caigan y descansen un poco. Bebió un
sorbo del apple martini que tenía enfrente.Él tomó su pálido y suave rostro con ambas manos. Rozó sus mejillas (sutilmente) rosadas, y se le acercó un poco más. Yo… –dijo, mirándola
profunda y profusamente, acercándose a su boca.Ella sonrió. No digas nada, lo siento. Fui demasiado directa –dijo, y cogió sus manos, apartándolas de su rostro. Es un poco tarde, será mejor irnos.
Qué haré contigo –pensaba ella de camino a casa, e intentaba que su corazón
latiese cincuenta y seis veces por minuto, como cuando tomaba una taza de té
(verde), y no más.