Nueve y diecesiete de la mañana. No, aparentemente nadie tiene la sonrisa que tiene Paula, al menos no en su clase matutina. Sin estrés (extrañamente) y con unas ganas de dar brincos y hacer bailes sobre-sitio comiquísimos.
El muñequito de torta expone su caso de Nulidad de Acto Jurídico con el muchacho
que al parecer tiene lindas pestañas (parece mujer). Pero qué muñequito es.
Juega con sus pies de lado a lado, y mira a su contraparte con una mirada algo
segura y sutil. Mira de reojo su papel (el que asumo tiene sus alegatos) y mira
al salón rápidamente. Me mira. El muñequito de torta tiene la mirada fija en…
Réplica. Mira su papel. Pone las manos detrás de de sí, y sigue jugando con sus
pies detrás del podio.
Vibra. Vibra mi bolsillo. Un mensaje, risa. “P, no
babees eh”. Volteo y le sonrío a mi compañero. “No lo haré, no lo estoy
haciendo” (al menos no “out loud”).
Qué muñequito de torta. Paula no babea por muñequitos de torta. Él la mira, pestañea - ella mira fijamente su portátil, y termina de escribir. Nueve y treinta y cuatro de la mañana.
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