"Morning found us calmly unaware,
noon burned gold into our hair,
at night, we swam at laughin' sea
when the summer's gone, where will we be?"
Paula (esta vez de Kopelman) discutía consigo misma. En realidad no era una discusión, sino más una apreciación de su situación vigente. Recordó a cierta persona que anteriormente habría machacado mil veces con un libro de veintitrés páginas sólo por darse el placer culposo. Cierta persona que ahora no le iba ni venía, que podría hasta matar (sin alevosía o cosas por el estilo, claro, para que no fuera nada más que un simple homicidio). Qué increíble desperdicio de tiempo hubiese sido golpear mil veces aquel buen libro de veintitrés páginas contra esa pobre e ilusa cabeza. Antes hubiera muerto una hora y tres minutos por por por. Ahora no, ahora puede vivir cada hora y tres minutos libre, re, re, re.
Y pensó si sería buena idea ver qué tan cambiada podría estar, si había algo de lo que le atraía tanto, ¿seguirá siendo un ente tan etéreo como pretendía ser?
- No, cariño, no lo es –se dijo a sí misma Paula– nunca lo fue
y dudo que algún día lo sea, por más libros que lea, o canciones que escuche, o
escobas con las que pretenda barrer el piso en sitios caletamente conocidos.
Es cierto - tiene muchísima razón. Ya casi (y digo casi porque así lo creo) acaba el verano, y con él cualquier reminiscencia no querida por Paula. Bien.
1 comentario:
Una cosa:
¿Paula es tu alter ego?
El mío se llama Rebeca, aunque solía llamarse Leona Montini De Ferrari.
Un beso.
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