Durante dos semanas ya, o algo más, Paula se había resistido de placer alguno y se había entregado a manos que no eran suyas, a planes exquisitamente puros que no le eran tan extraños como era de esperarse. Sonreía más que de costumbre, y la vida que llevaba no se le hacía tan pesada. Dos semanas ya, y en cinco o más sería exactamente lo que había deseado mitad de su vida, pero sólo mitad eh.
Antes habría sucumbido a cualquier momento de puro hedonismo, pero no.
Estaba en un trance, en algo muchísimo más que bueno, en lo que precisamente quería y en lo que por fin se convertiría: sería ella misma, dentro y fuera.
Ni el más rico de los chocolates podría hacerla desistir, ni uno solito.
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