Eran las cuatro y media de la madrugada, y Paola abrió los ojos sin motivo alguno. ¿Qué chucha hacía con los ojos abiertos tan temprano? No tenía la más puta idea. Ella sólo los abrió, miró la hora en su celular, y volvió a cerrarlos. Y se repitió el acto media hora luego lueguito, e incluso cuarenta y cinco minutos después más tardecito. Maldito viernes.
Cuando por fin sonó su despertador a las seis de la mañana se levantó, caminó hacia el baño con un ojo cerrado/el otro abierto y cargando la no tan pesada radio que usa cuando se baña (porque esa mañana se iba a bañar).
Y la prendió, y se aseguró de que hubiese una toalla en el perchero.
Y se desvitió de pocos. Despacito, despacito cada botón.
Y luego una media, y luego ya no sé.
Entonces se metió a la ducha, y cantó "Mr. Jones".
"Mamá, llévame - Como jodes oye."
No sé por qué Paola gastaba papeles esforzándose por llegar temprano los viernes, realmente no lo sé (y tampoco quiero hacerlo).
Ignoro, también, la increíble caraduría de singulares sujetos.
Está harta, bastante. Ah, bastante es poco.
Si tuviera una última sola cosa que decirte, creo que sería algo como "Don't give me that goody good bullshit". Y todo por levantarme a las cuatro y media de la madrugada. Maldito viernes.
viernes, 9 de noviembre de 2007
Ojos de cuatro y media.
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