viernes, 2 de noviembre de 2007

Acto final (o como la tentación de ir por el vino se acrecenta)


Y entre hojarascas de miel,
rayos de sol,
agotada lluvia,

y nubes naranja
abrió los ojos





Ella los abrió, y todo le pareció increíblemente distinto a cuando los cerró por última vez.
Su boca dijo: “mon dieu, il est morte (pour moi)”
Su cabeza pensó: “a lo mejor debí cambiar esa estación”
Y cerró los ojos. Sol. Una astilla, o dos.

Él iba caminando por una larga y verde avenida, inanimada. Y sintió como de golpe un vacío dentro de sí. Y gritó tanto como pudo pero nadie escuchó su voz, ni sus gemidos, ni el latido incandescente de su pulgar derecho, al cual le había entrado una astilla. Dos, fueron dos.

Él la había dejado ir por cognición propia.
Hace mucho fueron tan compatibles en naturaleza como la pura perdición de un laberinto.
Hace no tanto ambos dijeron cuatros o seis cosas, y ella palideció y se entregó a mil vidas, todo mientras él se alejó a seguir vegetando muy putamente su prostituta existencia.

Una astilla. O tal vez dos.
Quizás es lo que necesite para quitarle la voz.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si esto es un poema, me gusta mucho.

- Lion