P: Ah, es que era ella pues. Fue la vida entera durante una semana larguísima, bien loca, pero riquísima. C: Me estás diciendo entonces que te... P: No, en realidad era sólo ella. Y ya no sé. C: Qué linda. Y, ¿por qué no pasó nada? P: Puta, no sé. ¿Le preguntamos? Aunque creo que está molesta. Probemos.
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P: Sí, está molesta. Con ceño fruncido y todo. C: Fue la vida. P: Y tenía unas ganas locas de cantarle "Lady", de Modjo.
Can't you see, you're my delight.
PD: Seguro recibiré un "basta, Patricia" - qué chucha.
Lo vio por primera vez en un corral de feria, enfrentando a un toro bravo al descubierto, medio desnudo y desprotegido. Días más tarde volvió a verlo bailando el cumbé en una fiesta de carnaval, a la que ella asistía llevando una máscara… Judas estaba en el centro de un grupo de curiosos y bailaba con cualquier mujer que quisiera pagarle… Bernarda le preguntó cuánto costaba. Judas replicó mientras bailaba “medio real”. Bernarda se quitó la máscara. “Lo que quiero saber es cuánto cuestas el resto de tu vida”.
Del amor y otros demonios Gabriel García Márquez
Y tú, ¿cuánto cuestas el resto de tu vida? Supongo que ya me cansé de ser sutil, que necesito una pausa, que las palabras cada día se me hacen más fáciles y cómodas, y que el pesar de sus consecuencias me saben más fuerte que cualquier otra cosa. Sé que no es momento de tomar decisiones, pero si alguien está dispuesto a tomarlas por mi, ¡enhorabuena! Me cansé de ser tan consecuente todo el tiempo.
“The truth shall set you free” – sí, pero ¿qué verdad es? Y más importante, ¿qué libertad, también? Dímelo, pero rapidito, que esto de no saber me mata de a poquitos.
Las calles eran vías vacías, oscuras. La luz se había desvanecido.
Parecían las cinco de la madrugada – era mi nocturno en sol.
Me gustas un poco tú, y la idea de ti también, pero no estoy segura. Y quizás no lo esté por motivos bastante irónicos, virulentos. Amanecí pensando en cómo me habría carcomido la incertidumbre si no hubiera sido por el brío de tus ojos que esperó casi al final de la noche para salir –bajo mi cuidado, claro– y a través de tu boca, y la mía, y mis puntas de pie. Fue incierto, como la típica escena de película adolescente que, como director, no sabes si hacer que la repitan, o dejarla tal cual. O sólo ponerla en el DVD, en la sección de escenas “borradas” que sólo ven contadas personas por purita “adhesión” a los personajes. Las gelatinitas de colores, esas sí que las hubiera borrado, y la gente que estaba por ahí también, además del frío. Pero a tus labios no, ni tampoco cada cosa que hiciste desde que llegué para hacerme sentir bien – mucho más que bien, genial.
Y ahora no sé, simplemente no sé. Cómico, ¿no? La primera vez en mucho tiempo que siento cada una de las cosas que registré debía sentir, y no. Es el limbo, verdaderamente. Es no poder desprenderme de una etapa y empezar la siguiente. Es exactamente como quedar atrapado en un apagón. Quizás muchas personas concuerden en que a veces las transiciones son mucho mejor, pero en este caso parecen revertirse los efectos. Sólo tengo una duda, y una sola: “¿dónde está mi etapa ‘femme fatale’?” Detrás de esas gafas, quizás, o en la próxima fiesta – no lo sé. Lo que sí sé es que mis tendencias pusilánimes necesitan irse, verdaderamente, pero nunca tan lejos como parar perderlas de vista; y tú, pues, creo que deberías hacerle mérito al nombrecito que decidiste llevar.
No sé si te diste cuenta, pero quise acercarme a tus labios más veces de las que puedes contar con una mano, o con trescientas veinte velitas misioneras. Desearía haber sido más diligente, y haber dicho cada una de las cosas que tenía en mente. Sólo diré que hoy no me come ninguna incertidumbre. Gracias.
Dícese de aquella frustrada, caprichosa y sarcástica non-fatale femme que suele ignorarse inútilmente. Es incapaz de rechazar un chocolate, o coquetear espontáneamente.