Recuerdo las luces del quirófano antes de quedarme dormida, con la anestesia en la mano izquierda y la mascarilla de gas. No tengo idea de cuánto tiempo después habrá comenzado todo. Sé que fueron un par de horas, y que desperté en el elevador, con dos enfermeras camino al cuarto. “Seguro empezarás a sentir una molesta en la garganta – no te preocupes, es normal. Te sacamos el tubo endotraqueal antes de que despertaras, como prometimos. Todo fue un éxito, ahora relájate y duerme”. Tenía sed, pero no podía tomar agua. Llevaba dos días sin comer, y en realidad poco me importaba. Las cuarenta y ocho horas previas de dolor a la cirugía me quitaron cualquier tipo de ganas, incluyendo las de seguir viviendo. No importaba nada, ya. Quería que acabase todo, y ya. Así pasaron cinco días, y el último, el del mi cumpleaños, me dieron de alta, con pudín de chocolate como postre del almuerzo.
Todavía no siento tener veintiún años. Todavía, y hasta no estar en la fiestecita cocktail y el vestido negro seguiré teniendo veinte.
2 comentarios:
20 o 21, tienen la misma magia que extraña los 23
Déjame guardar la canción y el baile para cuando comiences a sentir los 21, y para cuando puedas saltarlo.
Tienen magia, pero no tanta como los 19 cuando se tiene 24.
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